Los nervios se aprecian desde el primer segundo. No diría, y es mi humilde opinión, que sean nervios prejuiciosos, sino el estado más natural al verte frente a una persona desconocida a la cual tienes que besar. Risas, miradas esquivas y finalmente el beso (o más bien los besos) que ponen punto y final al experimento.
La reacción es positiva: un beso suave y ninguna potencial diferencia entre el antes y el después.
Nos quedamos esencialmente con una frase de una de las chicas lesbianas que se han dado a este experimento: “No es lo mismo la experiencia sexual que la orientación sexual”. Y es que la experiencia puedes dilatarla hacia cualquier orientación sin renunciar a la etiqueta que te representa o, directamente, no anclarte en ninguna de las etiquetas socialmente aceptadas y reconocidas.
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